Di Elena Duce
Este primer post de Ellenicando, escrito por una española, no podía ser dedicado a otro lugar que no fuera Lepanto, este maravilloso pueblo que une la historia griega con la española. Como enamorada de Grecia, me siento honrada de poder escribir el primer post en español.
El origen de este post es un precioso viaje estival, de esos que te quitan el estrés de un plumazo. Silvia y yo hicimos las maletas y nos dispusimos a abandonar Atenas durante una semana a finales de Julio (2016)… ¿destino? Lefkada. Pero nuestra primera parada, por deseo imperioso de una servidora, fue Naupacto, Lepanto para los españoles.
Si algo podemos destacar de Naupacto es su importancia estratégica. Desde la Antigüedad ha sido escenario de batallas navales. Desde la guerra del Peloponeso hasta los turcos otomanos, controlar la puerta marítima del corazón de Grecia ha sido una prioridad. Fruto de esta historia, vimos y sentimos como la ciudad ha sabido adaptarse a las circunstancias. Hay dos partes claramente diferenciadas, el puerto, a pie de mar y la ciudad alta, que domina con los restos de un castro todo el paisaje.
El corazón de la ciudad es el puerto marítimo, donde se alza una fortificación veneciana que, como descubrimos más tarde, en 1477 aguantó cuatro meses hasta que fue tomada por los turcos otomanos. La preciosa fortificación cierra el puerto y nos permitió dar un paseo donde se mezclaba la influencia italiana con los restos de baños árabes. Nuestras conversaciones de inexpertas sobre el tono italiano u otomano de las torretas se abrían solucionado con un vistazo rápido a un guía de internet…pero especular y disfrutar con ello forma parte de las vacaciones. El paseo por el puerto nos hizo sentir en un viaje al pasado, cuando la vida de la gente de Naupacto giraba en torno al mar.
Lo que más me interesaba de Naupacto era la vista de la batalla naval de 1571 donde nuestro autor más conocido e internacional, Miguel de Cervantes, perdió su mano izquierda. Quizá el público italiano no conozca tanto esta batalla pero para los españoles fue la gran batalla de Felipe II contra el turco otomano. Nuestro rey, como gran defensor del catolicismo, lideró una coalición de diferentes estados católicos (en resumen, otros tiempos). Valientemente tuvo que salir a luchar con barcazas a mar abierto. Como compatriota de don Miguel, me sentí transportada a su época, mientras tomábamos un café y veíamos la estatua de Cervantes.
A pesar del calor nos armamos de valor y del hambre subimos camino del castillo que corona la ciudad. Las casas se han ido construyendo entre las murallas de la fortificación, mezclando los paramentos antiguos con las casas encaladas. La vista desde la Iglesia, con su tradicional campanario exento domina todo el panorama y ofrece una fotografía del color azul cristalino del mar. A medio camino en la subida pudimos ver los restos de la presencia otomana en la ciudad alta. Los restos de un hamman o baños árabes son visitables de por libre, pues han dejado la puerta abierta para los turistas curiosos (¡Cuidado donde metéis los pies!). También en las inmediaciones pudimos ver una fuente lustral para las abluciones antes de entrar en la mezquita. ¡Hacía un calor infernal, pero la vista merece la pena!
Resumiendo, Naupacto es un lugar a recomendar, no solo para una parada en un viaje largo sino para disfrutar del entorno con tranquilidad.
